Karla de Lara: cuando el arte y la visión se encuentran, surge algo mágico 

Desde el corazón de San Miguel de Allende, en Casa de Sierra Nevada, A Belmond Hotel, concluye una gran experiencia: Ritual, la primera master class de la reconocida artista Karla de Lara. Durante más de tres días, un grupo de desconocidos nos convertimos en compañeros y en motivadores para conocer la técnica de Karla y realizar una obra de arte de principio a fin. Después de dos días muy intensos, nos reunimos para cerrar el taller y ver las piezas finales de todos exhibidas en distintos lugares del restaurante Andanza mientras conversamos con un último desayuno. 

Entre sonrisas y abrazos, con la esperanza de volvernos a ver, tomo la última fotografía: al fondo una maravillosa obra de Karla de Lara que muestra la característica Parroquia de San Miguel Arcángel y en primer plano Karla con Juan Carlos de Lara, su representante y pareja. “In art we trust” se lee el tatuaje que tiene Juan Carlos en el brazo. Un mensaje claro. Ambos se unen en un abrazo cálido de complicidad, un abrazo de dos fuerzas tan distintas que han unido lo mejor de cada una para crear algo grandioso. Esta complicidad, de unión y respeto entre ambos es la razón por la que hoy estamos aquí reunidos. Una alianza que funciona porque comprenden lo que pocos, porque los dos, cada uno en su área de especialidad, van en la misma dirección. Un binomio, lo llaman ellos. Y creo que el término es perfecto y hermoso: dos seres equilibrados que dependen el uno del otro. 

Karla de Lara junto a su pareja y representante, Juan Carlos
Juan Carlos y Karla de Lara en Casa de Sierra Nevada, A Belmond Hotel.

Karla es artista, es romántica. Juan Carlos es mercadólogo, es estratégico. Ella pinta, él viaja. Ella prefiere museos, el prefiere galerías. Ella hace obras de arte, él cierra tratos. Ella experimenta con materiales, él experimenta con las nuevas tecnologías. Ella crea con las manos, él crea oportunidades de negocio. No compiten, son aliados. 

“Es la mitad de mí. Hay veces que ni yo me entero de algo y él viene y me dice: mira está pasando esto (…) yo voy cumpliendo las expectativas de lo que él va proyectando y él va proyectando miles de cosas para mí”. 

“Yo tenía mucho la duda y la curiosidad de que Karla pudiera interactuar con otras personas alrededor de lo que ella hace pero desde la mesa”, dijo Juan Carlos. Karla estaba nerviosa porque nunca había enseñado y, en otras ocasiones, ya se habían negado. Sin embargo, llegó una propuesta que Juan Carlos vio como una gran oportunidad y que nos trajo a todos a este momento.

Llegué a San Miguel de Allende tres días atrás. A esta bella ciudad de la que es imposible hablar sin pensar en arte. No sé si fue suerte recibir la invitación, si fue el destino, un regalo de la vida o simplemente una hermosa coincidencia. En realidad, no importa. Me sentí afortunada; aunque debo decir que también estaba un poco nerviosa. Sin embargo, desde que llegué a Casa de Sierra Nevada me sentí bien recibida y la incertidumbre comenzó a ceder. La armonía que hay entre el staff te hace sentir que perteneces y jamás te sientes como un visitante que va de paso por sólo unos días. Entonces, comprendí por qué Juan Carlos eligió este hotel como la sede para la primera master class de Karla de Lara: Belmond respeta la cultura y arquitectura de cada propiedad, no importa en qué parte del mundo se encuentre, y el servicio en Casa de Sierra Nevada alrededor de los huéspedes es impecable. Para Juan Carlos era fundamental hacer esta primera clase con alguien que entendiera por completo la experiencia del hospitality

Este viaje de experiencias comenzó el 8 de marzo con un cóctel en el bar más reciente de Casa de Sierra Nevada: Tunki. Inaugurado el 3 de marzo, este rooftop surgió en alianza con Handshake, speakeasy posicionado en el puesto 11 de la lista de los 50 mejores bares del mundo. La propuesta gastronómica está inspirada en Perú e incorpora ingredientes mexicanos. Un rooftop perfecto para disfrutar de cócteles creativos y tener una de las mejores vistas de la parroquia mientras se mete el sol. 

Karla de lara dibuja en su primer taller
Karla de Lara comparte su técnica en su primera master class.
artista Karla de lara pinta cuadro con tinta y cera

Al día siguiente, 9 de marzo, inició la aventura de tintas bajo la guía de Karla de Lara. Para mí, una experiencia nueva y única. Lo primero que pensé fue “yo no dibujo, yo no pinto”. No sabía cuántas personas asistirían, qué tanta experiencia tendrían y, la verdad, por un momento me asusté. Después me dije que en realidad no importaba porque yo iba con una misión muy clara: compartir mi experiencia y entonces decidí que lo haría desde la perspectiva de alguien que no está familiarizada con la pintura ni el dibujo. Haría lo que sé hacer: escribir. Sin embargo, debo decir que es curioso cómo se fueron desarrollando estos días. Para mí, la master class fue también una sesión de terapia en la que se manejaron muchas emociones. 

Rodeados de un hermoso jardín con bellas bugambilias, nos adentramos al que sería nuestro salón los siguientes dos días. Las mesas se acomodaron como si formaran un triángulo isósceles. Me puse el delantal y me senté en uno de los laterales, acompañada de personas tan variadas, todas ellas amantes del arte y la cultura. Sobre la base de este triángulo que formamos se sentó Karla de Lara, una mujer tan apasionada por lo que hace que recientemente fue operada de una rodilla. Como parte de la Expo Guadalajara, realizó con su técnica el mural más grande de Jalisco: más de 375 m2 que le tomaron alrededor de 10 meses de trabajo. Pasó horas en posiciones incómodas que afectaron sus rodillas, pero Karla no se detiene. Durante el taller trabajó sentada en una silla de ruedas, con la energía y disposición intocables. A su lado, Guadalupe Gastelum, mejor conocida como Pupy, artista y maestra de artes que tiene treinta años enseñando y que asistió para apoyar a Karla en el taller. 

Karla de Lara nos dio la bienvenida con una sonrisa amigable. Sobre la mesa estaba ya preparada una paleta como Karla la necesita para que funcione como un lienzo absorbente: madera cubierta de pintura blanca similar al gesso. También había una tabla cuadrada más pequeña para hacer pruebas con los colores y experimentar la técnica. A un lado estopa y agua, al otro 16 tintas a base de alcohol, aguarrás, lápiz de cera, lápiz, borrador y sacapuntas.

 

Karla de Lara explica su técnica en su primera clase al artista José Luis Arias.

Después de presentarnos, Karla nos explicó el proceso por el que debíamos comenzar. Lo primero fue dibujar con lápiz, esos primeros trazos que se convertirían en la base de la obra de arte. Lo mejor era realizar algo figurativo para esta técnica. Busqué una fotografía que había tomado en un viaje reciente y decidí incorporar otro fondo que mostrara mi amor hacia la montaña, lugar que representa mi escape y en el que he encontrado paz. Nada muy elaborado, me dije, porque prefería no complicarme demasiado, evitar una gran frustración o que el tiempo me rebasara. Cuando obtuve los trazos principales que quería, los remarqué con lápiz de cera, parte fundamental en la técnica de Karla que sirve para delimitar y contener el agua. Una vez que tracé todo con el lápiz de cera, tomé el pincel y lo sumergí en aguarrás, un solvente que derrite la cera y con la que se puede hacer el sombreado. Si se aplica demasiado, con agua se puede quitar el exceso o incluso se puede usar el borrador y un poco de agua para borrar. 

Después de esto, que nos llevó la mayor parte del día, fue momento de aplicar el color. “Pintar es una alquimia. Es mágico en el momento que se trabaja sobre el blanco”, nos había dicho Pupy, y vaya que lo es. Animados, observamos a Karla aplicar agua con el pincel en el área a pintar, rellenar la figura delimitada por la cera, y después aplicar el color con las tintas. “La belleza de esto es aplicarlo como un color de agua”, comentó mientras demostraba el proceso. “Cada color trabaja diferente y tiene vida por sí mismo”, añadió. La tinta fluyó de manera mágica para integrarse con el resto de los colores. Me pareció un efecto hermoso en el que se podía jugar con los tonos. Me dirigí a mi lugar y al principio con un poco de temor, apliqué el agua y la tinta. Poco a poco me atreví a más, porque como dijo Karla “en el arte no hay errores, lo podemos convertir en algo más”.

Esta técnica, patentada por Karla de Lara desde hace cinco años, la comenzó a desarrollar casi una década atrás cuando empezó a experimentar con los colores. Lo que buscaba era crear un efecto similar al de la acuarela para aplicarlo en formatos más grandes. Investigó cómo podría conseguirlos y comprendió la lógica de la acuarela y su comportamiento. De esta manera encontró otros procesos químicos que le permitieron acercarse al efecto que buscaba y que con otros materiales era imposible conseguir. Durante estos años realizó cambios y mejoras que le dieron un estilo único a su trabajo y por lo que ha sido reconocida en los últimos años.

Alumnos en la primera master class de Karla de Lara.

Al día siguiente, 10 de marzo, seguí con el proceso que debíamos concluir por la tarde para sacar brillo y marcar los detalles con el lápiz de cera, para que después diera tiempo de laquear las paletas. Este proceso final es lo que haría que los colores resaltaran mucho más, creando ese bello efecto de colores vibrantes. Traté de seguir el consejo de Karla: “No hay reglas, sólo hagan lo que se sienta bien”. Debo decir que llegó un punto en el que me desconecté e incluso, por un espacio de tiempo que ignoro cuánto duró, me olvidé que había ido allí para escribir sobre la experiencia. Me desprendí de lo que me había dicho a mí misma que podía y no podía hacer, para dejarme llevar. Y en vez de ser un espectador más que se asoma por encima, así como la madera absorbe la tinta, sentí que el arte me absorbía. El tiempo dejó de existir, me concentré en los materiales y en el efecto que surgía al unir agua y tinta. Era momento de soltarse y probar.

Y digo que para mí fue terapéutico porque en un inicio tuve que superar el bloqueo, tomar una decisión de qué es lo que quería plasmar. Después siguió con hacer los primeros trazos a lápiz, que borré muchas veces y que tuve que aceptar aunque no eran perfectos. Y, finalmente, la mejor parte: aplicar agua y tinta para ver la magia suceder. Estar abierta a recibir lo inesperado, a aceptar el resultado aunque no fuera exactamente lo que buscara. Si bien había más personas alrededor, el arte nos atrapa y tiene toda nuestra atención. Y aunque no hablamos, surge un diálogo muy interesante con nosotros mismos, con lo que plasmamos, con lo que creamos. Me gusta pensar que estamos trabajando la mente y el corazón, que nos estamos desprendiendo de tantas cargas y emociones, y, de alguna manera, las estamos trasladando a la paleta a través de nuestros trazos. 

Obras de arte realizadas con la técnica de Karla de Lara, a base de cera y tintas.

Comprendí lo que Karla había dicho antes: “El arte es una manera de acercarnos a nuestras emociones y es muy relajante. Es algo que te hace distraerte de la cotidianidad y de los problemas”.

Vi que cada color tenía una cualidad única y aunque la cera delimitaba para contener y evitar que todo se desbordara, había espacio para la mezcla y la creatividad. Un balance perfecto entre la contención, sin ser cuadrada, y la fluidez, sin ser desbordada. Un balance que encuentra armonía entre el agua, la cera y la tinta. Así como lo es Karla de Lara. Porque hablar de Karla de Lara es, por un lado, hablar de la artista, por otro, es hablar de la marca: un binomio perfectamente balanceado entre la artista, Karla, y el visionario, Juan Carlos. 

Terminé mi pieza, con la gran ayuda y guía, por supuesto, de Karla y Pupy. La firmé y ya estaba lista para el laqueado. El resultado final lo vería por la mañana. Me acerqué a la mesa donde Karla hacía los trazos finales de una de sus obras. La paleta colorida mostraba una calle empedrada y una fachada con una placa que decía “de Lara Home”. Pensé en lo importante que es el hogar, en ser correspondidos y estar apoyados. 

Este apoyo es el que Karla ha obtenido de Juan Carlos de Lara. Desde hace 15 años cuando tomó la decisión de ser artista, porque sentía que había dejado de ser creativa, la respuesta de Juan Carlos fue “si quieres, vas. Ponemos un taller bien armado para que arranques”. Así comenzó esta aventura de la que los dos fueron parte y aunque no fue sencillo en un inicio, siempre trabajaron como aliados. “Tal vez si lo hubiera pensado más o si me hubieran dicho todo lo que iba a tener que hacer o dejar de hacer, capaz que no me aviento”. Pero, asegura, “es lo mejor que he hecho”. 

Siempre es gratificante conocer personas talentosas y reconocidas en el mundo que se mantienen honestas consigo mismas, que se desenvuelven con sencillez y con las que da gusto compartir un mismo espacio. Así es Karla; es cercana, tiene la disposición y la paciencia para ayudar. No sé si en un futuro decida hacer nuevamente una clase de este tipo, pero ciertamente podría hacerlo porque, aunque ella no se diga maestra, tiene la capacidad para hacerlo. Para mí, un maestro es más que nada una guía. Una persona que comparte desde su experiencia, que nos inspira y nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos. Ella estaba temerosa de no cumplir las expectativas, yo estoy segura que lo hizo.

Cena en restaurante Andanza, Casa de Sierra Nevada, A Belmond Hotel, con Karla de Lara.

“Me interesaba muchísimo no simplemente dar una clase en la que les explicara algo, sino que ustedes pudieran llevar eso a la práctica y realmente hacer una pieza que les saliera del corazón. Eso es lo más importante y lo que hace la diferencia entre un pintor y un artista. Un artista es el que logra que a través de su trabajo se muevan las emociones y la gente tenga esos sentimientos, que los haga llorar, enojar. Que vean esa pieza y se remonten a otros tiempos. Que sea un portal a otro mundo donde encuentres felicidad, sensaciones, te encuentres con otras personas que estuvieron en tu vida, o quieras que lleguen, o es alguien que está en tu corazón y no lo sabes. Todas esas emociones es lo que hoy sentí en el trabajo de todos ustedes, cada uno representó en su pieza a su propio interior”. 

Me despido con gran alegría y satisfacción de este taller. Agradecida por las personas que conocí y con las que compartí una parte de mí. Nunca he sido muy expresiva con la palabra hablada y no comparto mucho sobre mí. Por eso me gusta escribir, aunque suele pasar que hay emociones que las palabras no logran definir. Cuando ni siquiera somos conscientes de lo que sentimos, el arte puede ser la respuesta. 

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