Cualquier lector asiduo de Stephen King conoce la amarga historia de cómo el autor se distanció completamente de la versión fílmica de The Shining (1980), dirigida por Stanley Kubrick y protagonizada por Jack Nicholson.
Las razones parecen simples: la novela de King, (The Shining, 1977) trata sobre una pequeña familia que intenta sobrevivir al alcoholismo y a la violencia potencial del padre, la ansiedad de la madre y los poderes psíquicos del pequeño Danny, de 5 años, y buscan un cambio de ambiente nada menos que en un hotel maldito, infestado de fantasmas vengativos que buscan apoderarse del talento del pequeño. Esta historia de corte sobrenatural fue incompatible con Kubrick quien, fundamentalmente escéptico, transformó el horror espectral en un thriller psicológico más serio que el cáncer, donde el enemigo principal es el alcohol y el monstruo durmiente al interior del padre.
Una versión más cercana a la novela es The Shining (1997) miniserie dirigida por Mick Harris y protagonizada por Steven Weber, con libreto del mismo King (guiño para los no-lectores).
Stephen King publicó la novela titulada Dr. Sleep en 2013, en un afán por descubrir lo que le había pasado al pequeño Danny Torrance después de los acontecimientos sucedidos en el Overlook Hotel. La inspiración le llegó de Oscar, un gato terapeuta de Rhode Island que supuestamente podía predecir la muerte de los enfermos terminales y que en la novela recibe el nombre de Azzie.
Danny, ahora Dan Torrance, es un alcohólico en rehabilitación y trabaja como enfermero en un asilo de ancianos. Se ha ganado el sobrenombre de Dr. Sleep, o Doctor Sueño (casualmente relacionado con el What’s up, Doc?, como le llamaban sus padres), porque cuando Azzie se acuesta en la cama de alguno de los huéspedes, Dan se acerca a ellos y los “asiste” en su tránsito de la vida a la muerte con ayuda de sus poderes sobrenaturales, ahora levemente adormecidos por la adultez y la pérdida de la inocencia.
La historia se hace compleja mediante la aparición de Abra, una niña de 11 años con poderes psíquicos mayores que los de Danny, y por una banda de “vampiros” nómadas que se alimentan del “shining”. Resulta preferible evitar mayores detalles que puedan transformarse en spoilers.
Recientemente se ha visto una escalada en la popularidad de adaptaciones de las novelas de Stephen King, quizá la más taquillera han sido It (2017) e It Chapter Two (2019), ambas dirigidas por Andy Muschietti, y una muy desafortunada y paupérrima versión de Pet Sematary (2019).
El director de Dr. Sleep (2019), Mike Flanagan, ha explorado el género del horror durante algunos años, pero lo único que yo consideraría digno de mencionar es The Haunting of Hill House (2018), basada en una novela de Shirley Jackson, y que puede verse por streaming en Netflix: una historia familiar con una atmósfera espectral bien lograda, que encantó a los amantes del horror en todas latitudes. También dirigió con cierto éxito otra adaptación de una historia corta de King: Gerald’s Game (2017).
A través de Dr. Sleep, Mike Flanagan logró lo imposible: estudió con cuidado las incompatibilidades entre la versión literaria y la fílmica de The Shining, y apostó por un filme que resarciera ambas historias, manteniendo la dignidad de cada una y permitiendo la solidez de los personajes. Las citas a Kubrick son innegables: los latidos cardíacos, el ambiente, el ritmo y algunos de los encuadres, así como un discretísimo cameo de Danny Lloyd (actor que encarnó al primer Danny Torrance). Por otro lado, Flanagan se mantuvo fiel a la novela de King a través de un muy pertinente ajuste al final, una Rose the Hat impecablemente caracterizada por Rebecca Ferguson y la recuperación definitiva e inequívoca del perfil sobrenatural de la historia.
Dr. Sleep dejará las salas de nuestro país muy pronto y, aunque la película puede sostenerse sin que sea indispensable revisitar The Shining (1980) de Stanley Kubrick, el hacerlo sin duda enriquecerá la experiencia fílmica y aumentará el disfrute de la historia en un 400%.