¡Un promedio de 10 mujeres al día son asesinadas en México! Diez. Al día. Deja que esa información se digiera.
Realmente duele. Me retuerce el estómago. Cada vez que sale algo nuevo en las noticias. ¿Cuántas necesitamos? ¿Realmente requerimos más? ¿Será que más ejemplos marquen la diferencia o simplemente nos insensibilizarán más?
Todos actuamos como si ya hubiéramos tenido suficiente. ¿En verdad es así? ¿Estamos, realmente, lo suficientemente seguros como para respirar hondo y mirar la situación directo a sus ojos oscuros y sombríos? ¿O la estamos barriendo bajo el tapete, porque enfrentarla significaría mirar dentro de nosotros mismos, más profundamente de lo que estamos listos en realidad?
Porque habrán más ejemplos. ¿Estás listo para que tu madre, hija o hermana sean uno más, una prueba más de cuán lejos hemos llegado en nuestra locura?
¿O finalmente estás listo para volver a examinar la situación?
Esto no se trata de unos pocos tipos malos, algunas manzanas podridas. Es sistemático. Es una cultura. Es algo común en nuestra sociedad. Es normal. Y nos callan cuando lo mencionamos. Mujeres locas, ¿eh?
Solo seguimos la corriente. ¿Qué hacemos? Decirles a las mujeres que se cuiden mejor a sí mismas. Cada célula de mi ser se agita por esto. Colocarme como la culpable. Como si se tratara de mí.
¿Tendrías el corazón para decirle a un hombre, cuyo hijo acaba de ser asesinado en la calle por un par de centavos, que debería haberse cuidado mejor? ¿O que debería haber luchado mejor contra sus agresores? ¿O que no debería haber estado en la calle frente a su casa? ¿O te enfurecería saber que alguien terminó con una vida inocente por dinero? Y ahora, imagina si solo fuera por un orgasmo…
¿Por qué protegemos tanto a nuestros hijos pero a las hijas no? Quiero decir, de una manera real. Protegemos a las hijas de una manera mezquina. “No puedes salir mucho tiempo, no uses esa falda, cuida tu bebida si vas al baño”. Malditos consejos condescendientes y desalentadores.
Pero protegemos a los hombres de una manera real. Cuando se equivocan, los justificamos, decimos que los niños serán niños. Decimos que los hombres maduran más tarde. Decimos: “mi hijo no, él nunca haría tal cosa”. Decimos que son fuertes y seguros de sí, cuando solo son “raros”. Y ese es un escudo real. Eso es lo que significa proteger a alguien.
No es el consejo condescendiente de instalar miedo y paralización que damos a las mujeres, sino una real actitud de “no importa lo que hagas, te protegeré”. Encerrar a las mujeres en casa es empujarlas a ellas y sus problemas y situaciones de vida debajo del tapete. Una hermosa alfombra, brillante, tradicionalmente tejida, mantenida generacionalmente.
Solo me pregunto, ¿existirá algún momento en el que pueda emborracharme, lucir sexy y dar una agradable caminata al aire libre de regreso a casa? ¿O eso es solo cosa de niños?
Joder, ¿acaso no hemos tenido suficiente?